Clamor

 

En Lima

casi nadie

quería acordarse

de esos muertos.

Un pacto de silencio

e impunidad

alentaba debajo

del apocalipsis cotidiano                        

y sus muertos por robo,

extorsión y sicariato.

Pero ¿y los muertos

por la policía y el estado?

¿Los mártires

de las protestas      

contra el gobierno

espurio de Dina?

¿De verdad

un grupo de estudiantes

acertaría a ayudar

a los deudos

con la memoria

de sus muertos

e intentarían imponerla

al feriado patrio?

 

En Lima

casi todos

acudían ya

a la gran cita patriótica

de julio

con sus escarapelas

y banderitas

para representarse la farsa,

pero solo ellos

se recogían

con cinta adhesiva, cartones

y tijeras

en una vieja casona

del centro histórico

para preparar el regreso

de esos muertos

en sus ataúdes de cartón

y con ellos

de la memoria,

la tan urgente memoria

de la Lima desmemoriada.

 

No tenían mucho tiempo,

ni medios,

ni manos tampoco,

pero las suyas

se prodigaban a si mismas

cuan jóvenes eran

en el empeño

de acabar esos ataúdes

de protesta

para el 28 de Julio

he infligir su dignidad

a la gran farsa de ese día.               

 

Con las ropas

en desorden

y aire soberano

ejercían su preciosa

actividad

sobre el piso

de esa vieja casona.

Y si afuera Lima

se vestía de gala y

parecía inaccesible

al clamor de los deudos,

ellos, todos ellos,

la emprenderían

contra su conciencia

con esos ataúdes.

 

No,

no tenían mucho tiempo

y talvez por eso

no se inquietaron demasiado

cuando                                                             

un sujeto añoso

trajeado de negro

y marcado aire metafísico

apareció ante ellos                                            

dispuesto a ayudarlos,               

aunque era evidente,

por otra parte,

que no estaba allí

para eso

y solo los miraba

y los miraba

trabajar en silencio

el cartón                           

con el rostro desencajado.   

“Que importa                                                             

que mi lugar sea la Muerte

si el de ellos es la Vida”

Y antes de que alguno

de ellos

acertara a ofenderse

por la equívoca presencia

de ese heraldo oscuro

y perdido,

este volvió sobre sus pasos

y desapareció.

 



La sacerdotisa

  Eran los días de la pandemia, días inciertos de zozobra general con todos nosotros encerrados, enclaustrados,                 ...