Cálamo Currente - Jhonatan Estrada

 

                            A Pedro Cueva, el desquiciado insurgente de los márgenes de la sombra.

 

 

El campo florido de los cielos mustios

fue el proscenio de la tragedia representada.

Los olmos cómplices, los escondites perfectos

y las bancas silentes los aliados invisibles.

 

El helado termómetro de las tensas arterias que se esfuerzan

por mantener en pie al torpe vigía que escudriña los pasos

de la cárdena nereida,

derruye la paciencia del nervio hecho tensión.

 

Desde su ángulo perfecto,

él cavila disparatados proyectos…

y empresas dislocadas con posibilidades remotas

de hacer lo que la costumbre ha matado en la práctica repetida.

Más toda presencia o movimiento en el cuadro imaginario de sus ojos

hacen de la desgracia un lamento.

 

Pero empeñado el Olimpo en dar de a gotas su brebaje bermejo,

el espía confunde la cicuta con almibaradas cortesías.

 

El rizo áureo danza,

y los tobillos sostenidos por un coqueto capricho

se envuelven en un morado vellocino

como llevando una procesión incesante

donde el remedo de su alegría es nostalgia

y cansancio de hermosura;

porque la belleza duele tanto para la Gioconda

como a Leonardo le fue parirla.

Y el diablo a veces captura lo que Dios es incapaz de ofrecer;

en el lente de su abominable retina

donde ahora aparecen perpetuos

los destellos de una creación divina.

 

Y los faroles mustios,

y las bancas frías;

abandonan su modorra de la noche tranquila

para invitar al júbilo del espía

que muere de no saber que ha vivido todavía;

y huyendo sin ser perseguido

le canta al silencio del sendero empedrado

y come ansias de la orate consecuencia

y respira flores tan sólo de saber

que ha logrado vivir un día perpetuo en su pupila.

La sacerdotisa

  Eran los días de la pandemia, días inciertos de zozobra general con todos nosotros encerrados, enclaustrados,                 ...