Alegoría frente a novela en "La vida nueva" de Dante Alighieri

 

La división entre un orbe material aparente y un orbe ideal verdadero fue postulada por el filósofo griego Platón. Más aún: dicha división alcanza al hombre mismo cuyo cuerpo pertenece así al primer orbe (el de las apariencias) mientras que su alma pertenece al segundo (el de los arquetipos). Siglos después, esta división será  retomada y llevada al extremo por la Iglesia católica: la prioridad de esta será salvar el alma del hombre; su cuerpo, en cambio, es poco menos que prescindible. Admite la Iglesia incluso que el alma sea salvada a través de la purificación-aniquilación del cuerpo. La unidad del alma con Dios es lo que importa.

Y si bien, bajo el imperio de la Iglesia, ya no se habla de arquetipos, la teología sí privilegia toda idea universal por sobre la materia concreta, particular (cuando no sobre la carne). De ahí el auge que tuvo durante la edad media la alegoría: esta supone la representación, no de un objeto concreto, sino de una idea.

Jorge Luis Borges aborda lucidamente el tema en los siguientes términos: “Tratemos de entender, sin embargo, que para los hombres de la Edad Media lo sustantivo no eran los hombres sino la humanidad, no los individuos sino la especie, no las especies sino el género, no los géneros sino Dios. De tales conceptos ha procedido, a mi entender, la literatura alegórica. Esta es fábula de abstracciones, como la novela lo es de individuos” (Borges, 2005, p 746). Así, en la literatura alegórica lo que importa no es tanto el individuo o el personaje concreto como la personificación por parte de este último de una idea, un concepto o una abstracción. Ahí está como ejemplo clásico de este tipo de literatura la Divina Comedia de Dante: en esta obra Beatriz es una alegoría de la fe en tanto que Virgilio lo es de la razón.

 

1.La encrucijada del narrador en La vida nueva

Dante en La vida nueva, obra escrita en verso y en prosa, nos cuenta el origen de su amor por Beatriz. En ese sentido, es posible considerar este texto de breve extensión como una precuela de su obra magna: La divina comedia. Ahora bien, hay un pasaje particular de La vida nueva que será objeto de nuestra atención en el presente artículo: aquel que transcurre inmediatamente después de la muerte de Beatriz.

Muerta Beatriz, desaparecida de entre los vivos Beatriz, la adoración de Dante por ella se torna puramente ideal: el cuerpo de su amada muere, pero su alma se reintegra al cielo, según señala él mismo en La vida nueva (Dante-Petrarca, 1970).   Sin embargo, aun pasará un tiempo más antes de que Dante se resigne a esta perdida y deje de buscar una imposible réplica de Beatriz en la realidad. De hecho, parece encontrarla en la persona de una “joven agraciada y gentil”, quien un día por casualidad lo ve transido de dolor y se apiada de él: “Sucedía desde entonces que doquiera que esta me veía mostraba el mismo aire compasivo para conmigo, y su semblante aparecía lívido como el del Amor; en este se me representaba a menudo el de mi amada, que así se aparecía siempre a mis ojos”. (Dante-Petrarca, 1970, p 47). 

La diferencia con Beatriz es que esta joven sí parece corresponder a la mirada de Dante y compadecerse de él. Y si bien no hay ni una sola palabra entre ambos, hay quizá algo más especial: una contemplación recíproca, una sintonía de afectos, ¡como nunca le había ocurrido a él con Beatriz! Y la posibilidad de una segunda vida nueva sin Beatriz no deja de tentar al narrador, es decir, a Dante: “Ahora que tal tribulación padeces por causa del Amor, ¿por qué no tratas de escapar de tanta amargura? Bien ves que este es un soplo de amor que tiene tan grato origen, cual los ojos de aquella que tan compasiva se mostró por tí”. (Dante-Petrarca, 1970, p 48). 

Recordemos que, mientras estuvo viva Beatriz, el narrador confiesa haberla visto y adorado muchas veces, pero siempre a cierta distancia, o sea, sin que ella lo advirtiera. No hubo mayor conocimiento entre ambos. En ese sentido, Dante alimentaba su amor de una contemplación enamorada, pero secreta: a escondidas de su amada y del mundo.

Con esta otra joven, en cambio, se entabla una conexión: hay, como dijimos, una contemplación mutua, reciproca. El narrador no menciona su nombre, pero la presencia de ella en el texto marca a nuestro juicio un momento crítico del mismo donde el ideal de Beatriz pudo haber sucumbido ante un amor de este mundo, ¡momento en el que la obra magna del autor, La divina comedia, corrió el riesgo de no existir nunca!

 

2. La decisión del narrador: prevalece la literatura alegórica

En su artículo “De las alegorías a las novelas”, Borges señala que durante toda la edad media el predominio de la literatura alegórica, de evidente raigambre platónica, fue indiscutible. “Esta (la literatura alegórica) es fábula de abstracciones, como la novela lo es de individuos”, señala el autor argentino (Borges, 2005, p 746). En otras palabras, en la literatura alegórica lo que importa no es tanto el individuo o el personaje concreto como la personificación por parte de este último de una idea, un concepto o una abstracción.

A la postre, sin embargo, esta literatura alegórica cedería ante el advenimiento de la novelística donde los personajes no son personificaciones de nada, sino que tienen densidad y estatuto propio, vale decir, autonomía.

Ahora bien, en el pasaje señalado de La Vida nueva vemos un primer signo de este tránsito de la alegoría a la novela, un anuncio anticipado: a los ojos del narrador aquella joven “agraciada y gentil”, no personifica nada, no hay idealización, ni alegoría alguna; ella es un personaje que tiene un afecto personal por él (Dante-Petrarca, 1970).   

Sin embargo, puesto en el trance de decidir, el narrador renuncia a la posibilidad de ser correspondido en su naciente amor por esta joven, y más bien aspira con todo su ser a su ideal máximo: la desaparecida Beatriz. De hecho, se diría que renuncia a una segunda vida nueva sin Beatriz, y prefiere prepararse y cultivarse para estar en condiciones de dar cima a una vastísima obra en verso donde él y Beatriz, o la imagen ideal-alegórica de ella, vuelvan a encontrarse: La divina comedia.

 

Conclusión

En La vida nueva la idealización-alegorización de la figura de Beatriz no se consuma apenas ella muere y es enterrada, sino que hay antes una etapa crítica, de transición, donde alegoría (ideal) y novela (no-ideal) entran en pugna en la conciencia del narrador. Finalmente, el narrador opta por renunciar a la posibilidad de un amor tangible, real, y se vuelca a la consagración (idealización-alegorización) de la figura o el recuerdo de Beatriz.

 

Referencias

Borges Jorge Luis (2005). Jorge Luis Borges, Obras completas I. RBA.

Dante –Petrarca (1970). Obras selectas. Editorial Libra, S.A.

 

                                                                Laus Deo

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