Fray
Bartolomé de las Casas es conocido por ser el autor de la Brevísima relación de la destrucción de las indias, un texto que en
su tiempo tuvo una repercusión importante, aun cuando, en principio, estuvo
destinado a una sola persona: el príncipe Felipe de España. Sus páginas
respiran urgencia e indignación: la hueste española en su trato con los nativos
parece agotar todas las formas de la depravación, denuncia el fraile. ¿No están
obligados su alteza el príncipe y su majestad el rey a poner fin de inmediato a
toda la destrucción que realizan los “tiranos” en las Indias? Porque Las Casas
no duda en calificar a los conquistadores españoles de tiranos. El uso de esta
palabra no es gratuito: con ella denota el interés puramente egoísta y personal
que mueve a los españoles. En otras palabras, estos, lejos de conducirse como
conviene a su alta misión evangelizadora, parecen abandonados a sus propios
apetitos.
Sin embargo, quien en su condición de principie fue destinatario de ese texto, varios años después, y ya como rey de España, lo fue también de otro: Historia de los Incas, tenía este por título. Un texto que, en fondo y forma, era la antítesis del texto de Las Casas. Escrito con todo el empaque y la retórica de un documento oficial –como, en efecto, lo era- su autor, Pedro Sarmiento de Gamboa, pretendía rebatir con él la imagen que había ofrecido el fraile de los incas al ahora rey de España: estos, y particularmente Atahualpa, no habían sido víctimas de los españoles, por el contrario, habían sido victimarios contumaces: tanto de su propia gente, como de gente de otros pueblos aborígenes. Y no de otro modo estos últimos, según Sarmiento, habían caído bajo la brutal tiranía de los incas. En consecuencia, la intervención de los españoles, y su guerra-cruzada contra los incas “tiranos”, estaba justificada. Sarmiento, de hecho, no se circunscribe al presente, sino que retrocede sobre el linaje de los incas para denostarlo desde sus orígenes míticos: un linaje de tiranos y de inspiración demoniaca, alega, vez tras vez, en su texto. Sin embargo, no se trata de una crónica o un testimonio de parte, sino, como señalamos, de un documento oficial dirigido al rey Felipe II de España. No en vano fue escrito bajo los auspicios del Virrey Francisco de Toledo -cuya figura no deja Sarmiento de exaltar en el texto-; más aún, se trata de una Historia jurada ante un notario y certificada por testigos elegidos entre los propios aborígenes. Su redacción alambicada, de hecho, se condice con estas ínfulas legales o judiciarias.
***
Montar una acusación falsa, pero con ínfulas judiciarias –supuesto acopio de pruebas y testigos- contra una persona, o un grupo de personas, es una práctica común en muchos medios de comunicación actuales. Una práctica política, o bajamente política, cuyo verdadero fin es “demonizar” a la persona, o al grupo de personas, en cuestión, y condenarla en los titulares antes que en los tribunales. Ahora bien, se diría que el texto de Sarmiento es un arquetipo histórico de esta práctica. Sobre todo, llama la atención la escala de la “demonización” que lleva a cabo en sus páginas: bajo el cargo de tiranos, “demoniza” –para él, literalmente, es una tiranía de inspiración demoniaca- a todo el linaje de los incas desde sus orígenes míticos. Ninguno se salva: llevan en la sangre su tendencia demoniaca a la tiranía.
Así, Sarmiento está justificando la cruzada de los españoles contra los incas “tiranos” (una cruzada que, dicho sea de paso, aquí en Latinoamérica desde entonces se repite y renueva, y cuyo último episodio se diría que tiene como gran enemigo a batir a la “barbarie comunista”). Sin embargo, no extrae Sarmiento todas las consecuencias materiales de una acusación tan radical contra los incas. Porque, esa cruzada bien pudo haber tomado la forma de una guerra de exterminio (lo que hoy conocemos como genocidio) ¿y no hubiera estado también justificada con el argumento que ofrece Sarmiento?
No, la cruzada emprendida por los españoles no tuvo visos de una guerra de exterminio, pero mucha de la población indígena que sobrevivió a la misma no por ello corrió con mejor suerte. No en vano el propio fraile Bartolomé de las Casas registra como segunda causa de la elevada mortandad indígena, el atroz régimen de servidumbre impuesto por los españoles.
Pedro Sarmiento de Gamboa / Bartolomé de Las Casas.

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