Quiero empezar esta ponencia
pidiendo disculpas a la concurrencia por evocar una experiencia personal. Voy a
remontarme a los días de la cuarentena, del encierro sanitario. Días en los que
estuvimos aislados, incomunicados los unos de los otros, al menos físicamente.
Pues en ese contexto bastante singular, yo me propuse llevar a cabo una tarea
largamente postergada; una tarea que llevaba pendiente varios años desde que un
día, a propósito de una feria del libro que se realizaba en la universidad San Marcos,
adquirí los tres volúmenes de El Capital de Marx. Pocas obras como esta
han develado el funcionamiento del modo de producción capitalista y, en
consecuencia, de la sociedad bajo dicho modo de producción, y su lectura me
interesaba.
En ese entonces, leí la obra por partes, vale decir, lo suficiente como para aprobar un curso que llevaba entonces en San Marcos, y luego la eché al olvido. Era parte del decorado de mi biblioteca, pero siempre tenía el cargo de conciencia de no haber leído la obra por completo. Hasta que sobrevino la cuarentena, y tuve tiempo suficiente para leer todo el primer volumen - el único que Marx publicó en vida, el resto quedó en borrador y se publicó póstumamente- desde la primera hasta la última página, sin saltarme ningún capitulo, ninguna frase.
Y he aquí que a medida que avanzaba en la lectura reparé en un detalle singular: Marx tenía el gusto de las citas literarias. Citaba a algunos escritores en boga en su tiempo, perfectamente desconocidos para mí, pero también escritores, autores, universales, inmortales como Shakespeare, Dante y Goethe. ¿Y qué sentido tienen las citas literarias en una obra que analiza la sociedad capitalista?, se preguntarán ustedes. Ocurre que Marx ilustraba ciertas ideas que planteaba en su texto mediante pasajes de obras literarias.
Para muestra un botón.
En el capítulo sobre la acumulación primitiva, Marx, analizando el origen de la gran propiedad, desdeña la historia oficial que rodea de una aureola romántica o heroica dicho origen. Y luego pasa a citar un pasaje de la obra Catequización de Goethe. Dice Marx, “Goethe, irritado ante estas pamplinas, se burla de ellas en el siguiente dialogo:
El maestro de escuela: dime,
pues, de donde proviene la fortuna de tu padre.
El niño: del abuelo
El maestro de escuela: ¿Y la de
este?
El niño: del bisabuelo.
El maestro de escuela: ¿Y la de
este último?
El niño: La tomó”.
Aquí “lo tomó” se entiende por lo robó.
Y así como esta cita literaria hay otras, no son muchas tampoco, pero son suficientes para concluir que Marx leía mucha literatura, y no tanto de la mala como de la mejor.
Tenemos así una obra cumbre del pensamiento que aborda y analiza el funcionamiento de la sociedad, y que está ilustrada con citas literarias.
Porque la literatura ciertamente es un producto de la sociedad, pero es un producto singular en la medida que vuelve sobre ella para iluminarla, para ilustrarla, ilustrando a sus lectores sobre aspectos íntimos o reveladores de esa misma sociedad.
En efecto, la literatura nos ilustra sobre el tiempo y la sociedad de la que surge, pero – y aquí arribo a la idea central de la ponencia- no como lo hace la historia oficial, formal, sino como una historia o un relato alternativo, que abarca otras dimensiones, otros planos.
¿Qué entiendo yo más exactamente por una historia o un relato alternativo? Pues me sirvo de una frase literaria para ilustrar mis palabras.
“La novela es la historia privada de las naciones”, reza el epígrafe de la monumental novela Conversación en la catedral. Dicha frase es de Balzac, y Mario Vargas Llosa la colocó como epígrafe de su novela. Yo diría que, en general, la literatura es la historia privada de las naciones, de los pueblos. Lejos de la historia o del relato oficial de una época, esta esa otra historia, ese otro relato o conjunto de relatos que tiende a ser más fiel a la realidad -afectiva, existencial, política, etc- de las personas en general y de las más olvidadas entre estas, en particular.
Por ejemplo, una cosa es y será la historia oficial de la pandemia -políticamente correcta, indolora, aséptica- y otra, muy distinta, la historia de esta contada por los escritores -descarnada, íntima, etc-.
En consecuencia, y con esto
concluyo, la literatura, en nuestro caso, está o tiende a estar más cerca del
Perú real que del Perú oficial. He ahí
su más grande valor. Muchas gracias.
(Texto corregido de la ponencia Literatura
y Sociedad ofrecida por el administrador del blog en el marco de la I Feria
del Libro “Virgen María” 2022, realizada en el distrito de El Agustino).

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