Salvo el último, todos los relatos que componen este libro se publican por primera vez con él. Y aunque el título que los encabeza tiene que ver en parte con la última pandemia; la virulencia, la sorda virulencia, que todos ellos acusan es más bien endémica.
"¿Llegaría alguno de los clarissos a rendir el corazón de su madre a fuerza de traerle víveres?, se preguntaba desde entonces Mía. ¿Quién quedase de todos ellos al final de la cuarentena sería su padrastro? ¡Antes prefería morir de hambre o del maldito virus! La joven empezó a vigilar los gestos de su madre, a recelar incluso de sus cánticos de siempre, mientras los clarissos seguían presentándose en la puerta de la vieja pensión".
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